sábado, 27 de agosto de 2011

No creo en los fantasmas, creo.

Incluso a la persona con las ideas más claras del mundo, el subconsciente le traiciona sin poder hacer nada por evitarlo. Se trata de algo anexo a nuestra mente de lo que no somos dueños, y por eso mismo es imposible domarlo. Y aunque durante el día nos creamos dueños de nuestros pensamientos, nos hacemos un flaco favor al intentar convencernos de que pasará lo mismo cuando se ponga el sol.

Sin pretensión de hacer un psicoanálisis, confesaré algo: Hace ya un tiempo que alguien se cuela en mis sueños; alguien cuya vida se cruzó con la mía pero que en la actualidad no es más que un fantasma del pasado. Alguien que entró por la puerta grande pero que un buen día salió por la de atrás, dejándolo todo desordenado.

Hay cuentas pendientes, sin saldar, conversaciones que no se han producido (ni se producirán) y una red de dudas que no han hilado más que una barrera hacia el futuro, el progreso. Supongo que éste es el mecanismo que tiene la mente para manifestar su intranquilidad, su desconcierto y su malestar, que si hoy aún no han cesado, en un plazo medio lo harán.


WORRIED